Recuerdos

 Qué difícil resulta recordar cuando el presente nos agobia, qué difícil es mirar atrás en un mundo que nos impulsa hacia delante….

 

«Érase una vez»… quien puede olvidar la clásica frase con la que los relatos contados a los niños comienzan, era fácil de pequeño imaginar tierras lejanas, grandes castillos, historias tiernas que siempre terminaban con «y fueron felices para siempre». Pero la felicidad no viene en la caja del cereal, las grandes historias de la vida no siempre tienen un final feliz. Es bueno recordar cuando no existe rencor en el corazón, pero resulta difícil mirar atrás cuando lo que dejaste fue dolor.

 

Lo cierto es que guardo recuerdos, algunos buenos otros malos, recuerdos que me hacen reír, momentos que creí olvidar, personas que no quiero nombrar, experiencias que me marcaron, que me recuerdan que estoy vivo. Me pregunto, ¿por qué será que la mente guarda un registro de lo vivido? Quizá el creador quería dejar un archivo al que pudiera recurrir en caso de volver a vivir algo similar.

 

No sé por qué tengo los recuerdos que tengo, únicamente sé que algunos de ellos quisiera borrarlos. Mis recuerdos son el mapa de mi futuro, sólo que olvidé como leerlo. Salomón escribió que no existe nada nuevo debajo del sol, por eso creo que lo que vivo hoy lo veré mañana. Aunque las historias tendrán diferentes nombres y diferentes personajes, pues la mente me juega la vuelta borrando algunos datos precisos. Quizá por eso es que pienso que es todo lo vivido es algo nuevo.

 

Existen dos cosas que me dan fuerza, una de ellas es la Palabra de Dios que no cambia, cumple lo que promete, la otra, que considero que es a la que no siempre tomo en cuenta, es la experiencia.

 

Ahora quiero hacerme algunas preguntas: ¿Por qué me es fácil olvidar el bien o el favor que me ha sido dado? ¿por qué me cuesta olvidar la ofensa? ¿por qué olvido lo que deseo recordar toda la vida? Y, ¿por qué recuerdo lo que sería mejor olvidar?

 

Dios es diferente, porque Él olvida el mal que hago, pero recuerda el bien, tanto que recompensa el bien que hago. «Por cuanto lo hiciste a uno de estos, a mi me lo hiciste». Si yo me paro en mi presente y veo hacia adelante, no veré nada, a menos que imagine el futuro (o tenga poderes sobrenaturales que de ser así, entre otras cosas no estaría escribiendo esto, sino estaría ganando dinero en algún lugar). Al ver hacia adelante no puedo ver nada, es allí donde recurro a lo que Dios ve, a lo que Dios es y a lo que Dios dijo, y afirmo: Si Dios dijo que lo haría, lo hará. Pero si me paro en mi presente y en lugar de ver hacia adelante miro para atrás, no viene mucho al caso lo que Dios dijo, o lo que me digan que Dios dice. Me viene mejor, lo que Dios hizo, MI EXPERIENCIA.

 

Al final, adelante o atrás, donde sea que miremos, si lo que busco es algo que me ayude a seguir, siempre tendré dos opciones. Por eso recordar no es malo ni bueno, depende para qué recuerdo. Los recuerdos me fortalecen, porque me recuerdan el paso de Dios por las veredas de mi alma.

 

Son muchos caminos, muchos pasos, solamente un destino. Cuando llegue a donde me dirijo, ya no importará tanto por donde pase, pero cuando tengo tiempo volteo y miro mis brazos, mis pies, todo mi cuerpo se vuelve la bitácora que guarda misteriosos secretos.

 

Alguien hace mucho tiempo, tomó una toalla, un poco de agua y lavó los pies de sus amigos. Mientras lavaba sus pies podía ver dónde habían estado. Así como Él, miro mis pasos, volteo mi mirada, observo mis pies para encontrar en mis recuerdos, heridas, arrugas, sonrisas y lágrimas, que regaron frutos que hoy agradezco.


Si miras a tus pies, te contarán la historia de tu vida y te dirán de qué estás hecho..


Por Allan Salinas

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